17 de junio de 2008

Mi corazón

No sabía que aquel culo era un corazón dibujado en su honor. No sabía que aquella manera de colocarme sobre la cama, aquel dibujo de mi cuerpo listo para despertar todos los demonios de su lujuria, era mi forma de buscar su amor.

Porque, sólo con su cuerpo embistiendo el mío en estocadas de pasión, él era capaz de demostrar algo parecido al amor. Porque sólo sintiendo la dureza de su sexo rebotando con fuerza en las profundidades de mis entrañas, yo disfrutaba al menos por unos instantes de su cariño, de su atención, de su extraño y mudo amor.

No, él no lo sabía. No sabía cuánto necesitaba su aliento hirviendo sobre mi nuca, susurrándome “tu culo es mío, sólo mío”. No sabía que mis jadeos y suspiros, más que por el placer inmenso de tenerle dentro, eran por la plenitud de sentirme suya. No. Él nunca supo cuanto le amaba, ni yo que su locura consistía en amarme de aquel modo brutal.

28 de mayo de 2008

Tras la ventana

Cuando escuchó a su espalda aquel familiar sonido sintió como se humedecía su entrepierna de manera instantánea. Un cosquilleo se plantó en su estómago, mientras sus manos comenzaron a temblar de deseo.

Abrió la ventana entusiasmada y allí estaba él.

Ella: Amor, no sabes con qué impaciencia te he esperado, deseosa de contarte cuanto deseo despertar sintiendo el calor de tu aliento sobre mi nuca. Tardar unos segundos en terminar de despertar, para darme cuenta con satisfacción de que estás allí, sobre mí...

Él: Sí, vida mía, yo también ansiaba el momento de volver a verte igual que anhelo el instante de tenerte allí, boca abajo, para ver cómo vas despertando de tu letargo mientras mi piel se desliza por tu espalda.

Ella: Quiero sentir tu calor sobre mi cuerpo, deseoso de mí.

Él: No podré evitarlo, el nácar de tu piel me atrapará en esta enajenación en la que me mantienes día y noche, ansioso por sentir el roce de la piel fina de tus nalgas abriéndose a mis deseos.

Ella: Sería imposible que no lo hicieran ante las caricias de tu lujuria buscando ese lugar que anhela la dureza de tu cuerpo. Entonces suspiraré profundamente y descubrirás que estoy despierta.

Él: En ese momento, mis labios se posarán sobre tu cuello para seguir recorriendo tus hombros y tu espalda…

Ella: Y mi sexo comenzará a humedecerse de placer con la cercanía del tuyo...

Él: Entonces, cuando no lo esperes, me ayudaré de otras armas de placer para colmar tus sueños. Te estremecerás al escuchar el sonido de ese juguete que tanto te gusta acercándose a tu pozo abierto de par en par.

Ella: Supondré lo que vas a hacer pero la incertidumbre convertirá en ríos mi bajo vientre.

Él: Despacio, muy despacio, introduciré milímetro a milímetro tu pequeño amigo plateado en el rincón que ocultan con pasión tus dulces nalgas. Mezcla de dolor y de placer, el movimiento enviará olas de sensaciones a tu cuerpo. Mientras tanto, mis dedos dibujarán la lujuria de nuestras pasiones en el centro de todos tus placeres…

Ella: ¡Ohh! Amor mío, no podré parar de suspirar, rendida a tus deseos, como lo estoy en este instante.

Él: A continuación, pondré un almohadón debajo de tu vientre, contemplando como la belleza de tus profundidades quedan abiertas, expuestas a mis deseos, mientras el juguete plateado sigue trabajando en la más oscura de tus grutas, transportándote a los más profundos rincones del placer. Me aproximaré, tomando tu cintura con descaro y ansiedad, para dejar que tu parte más deseada de mi cuerpo descubra al fin los secretos de esa otra gruta de las maravillas que clama por que me pierda en su interior. Viajaré hasta el fondo de tus entrañas, embriagado por el calor de sus paredes sedientas, para golpear con fuerza en lo más profundo de ti.

Ella: ¡Ahh! Puedes matarme con ese empuje de pasión y seguiré suplicando que lo hagas, amor.

Él: Y lo seguiré haciendo, seguiré entrando y saliendo de ti con el deseo entrecortando mis latidos hasta que hayas liberado al viento tu último alarido. Entonces, sólo entonces, arrancaré de ti ese pequeño amigo que te ha ayudado a volar sobre las nubes, para que sea sólo a mí a quien sientas mientras cabalgo con mi fiel caballo de batalla hacia la cima de tu placer infinito.

Ella: ¡Oh, sí Caballero mío! Quiero sentir cómo cruzas todos mis montes en busca de tu cúspide de placer. Quiero que notes cómo las paredes de mi gruta se aferran a tu intrépido caballo para, en espasmos intermitentes, hacerte olvidar el tiempo y el espacio y lograr que el mundo entero a tu alrededor desaparezca mientras fijas tu objetivo al fondo de este túnel de las maravillas.

Él: Entonces, no podré evitar que mi cuerpo estalle, que se derrame en tu interior en un torrente incontenible de pasión, de lujuria, de esta enajenación que provocas a cada uno de mis sentidos.

Ella: Y yo recibiré el río de tu lujuria, tu cascada intensa, con el ansia del sediento que precisa de tu agua de vida para saciar su sed.

Él: Luego, exhausto, moribundo, caeré rendido sobre tu espalda para acariciar con ternura la curva de tu nuca y de tus senos, mientras el aroma de tu piel me transporta al más profundo de los sueños.

Ella: Y yo, sentiré el abrigo de tu pecho y de tus brazos y viajaré contigo hacia el mundo de los sueños, incapaz de mover un ápice de mi cuerpo saciado y agotado por tu amor.

Él: Hasta entonces amor, aprovechemos nuestros sueños para dormir unidos.

Ella: Así será vida mía, que disfrutes de mi compañía entre tus sueños.

Él: Así lo haré.

Cerró la ventana, mientras con una toalla recogía el mar de vida que se había derramado de sus entrañas con cada una de sus palabras. Saciada y rendida a aquella pasión estéril, apagó el ordenador y se tumbó sola en su cama a esperar que sus sueños dormida fueran tan sólo la mitad de maravillosos que aquellos que la mantenían despierta y en vilo tantas madrugadas.